jueves, 20 de enero de 2011

Mi pequeña colegiala.

Yo lo sabía, lo sabía desde aquella tarde en que le vi. Él iba con su moto y sus amigos, cuando se quito el casco de la cabeza, lo vi, DIOS MIO LO QUE SENTÍ. Sus ojos azules como el cielo y transparentes como el aire, su piel curtida y morena, su pelo todo negro como la más oscura noche, un pendiente le colgaba alegremente de su oreja. Sabía que no me iba a costar mucho enamorarme o amarle. Él se volvió cuando unos de sus amigos grito su nombre ______! Bendito nombre, benditas palabras. Sabía que por las noches mi ultimo suspiro sería para él. En muy pocos días mis cuadernos y libros se llenarían de su nombre y mi corazón de sueños y fantasías, cada tarde al salir de clase iba al parque donde sabía que el estaba y le observaba desde la esquina, temblorosa de que me viera vestida de colegiala y me tomara por una cría, la cría que era capaz de guardar todo su amor. Cuando sonreía DIOS MIO LO QUE SENTÍA, creía morir de gusto. Estiraba ligeramente la cabeza hacia atrás y hacía gesto de un niño revoltoso. Un día, sentada en el parque, él estaba allí en frente de sus amigos, le dio la ultima calada al cigarro, arrancó su moto y se fue. De pronto un coche rojo salió de una calle prohibida.. Yo grité.. y entonces.. ¡Aaah! ese espantoso ruido de cristales rotos. Salí corriendo y gritando una y otro vez lo mucho que lo sentía el conductor del coche rojo. Me puse de rodillas y apoye su cabeza en mis piernas, le quedaba un soplo de vida, me miró a los ojos resoplaba tranquilidad aunque su rostro mostraba dolor. Del borde de sus labios salio un riachuelo de sangre que se ocultaba de bajo de su camiseta. Él solo dijo una frase mi pequeña colegiala  y dejo de existir. Estaba demasiado destrozada para llorar, le cerré sus ojos azules para siempre y me levante. Cuando me di la vuelta, vi a sus amigos alrededor, quietos, viendo el cuerpo de amigo sin vida. Yo empecé a caminar tonta y torpemente. Vi su moto a pocos metros, retorcida y destrozada y oí como alguien susurraba: esa es la chica de la que él estaba enamorado. Eche a correr y cuando parecía que mis entrañas iban a explotar del esfuerzo, me paré, elevé la vista al cielo y más allá de las estrellas hasta donde él estaba... Entonces me di cuanta de que yo era... su pequeña colegiala.
 

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